martes, 31 de enero de 2012

El sentido de decidir ser madre soltera

Ser madre soltera en el siglo XXI es una experiencia diferente que en el pasado. Sabemos que un embarazo fuera del matrimonio era una demostración contundente de la actividad sexual de una mujer en una situación no aceptada socialmente (es decir que la mujer no debía tener actividad sexual alguna fuera del matrimonio).

En muchas ocasiones eran embarazos no deseados y mucho menos planeados. En otras ocasiones representaban una estrategia de la mujer para obligar al padre de sus hijos a comprometerse con ella y formar una familia.

En la actualidad es cada vez más frecuente que mujeres solteras o sin pareja estable elijan ser madres. Como características de estas mujeres destacan la seguridad económica, la independencia y el alto nivel cultural. Por lo general son mujeres activas laboralmente, que no han encontrado una persona con la cual formar una pareja y deciden tener un hijo en ese momento vital.

La maternidad en soltería se está convirtiendo en una elección, un estilo de vida. Cada día aumentan los casos de mujeres mayores de 30 años que deciden tener un hijo. En Estados Unidos, entre 1980 y 1989, el número de nacimientos de madres solteras mayores de 30 años se duplicó, para 1994 20.6% de todos los nacimientos eran de madres solteras entre 30 y 44 años de edad.

En México, en el 2000, el INEGI reportó la siguiente distribución de edades de madres solteras al nacimiento de su primer hijo o hija: 20.4% de ellas tuvo a su hijo primogénito en edades menores de 20 años (esto significa 12.2% más que el total de madres de la misma edad); 34% entre 20 y 24 años, esto es, 9.3% más; 24.4% las de 25 a 29 años y 21% tenía 30 años o más al tener su primer vástago.


Con estas estadísticas, podemos inclinarnos fácilmente a pensar en las madres solteras como un problema social, pensando que los hogares con una madre soltera a la cabeza tienen un menor ingreso comparados con los hogares con un padre y una madre. No obstante, quiero llamar la atención hacia ese grupo diferente, el de las mujeres que deciden ser madres solteras, el grupo de las mujeres (21%) de más de 30 años que tienen un primer hijo.

Este grupo de mujeres mayores de 30 años que decide ser madre soltera se caracteriza por tener una mayor educación, ser económicamente independientes, contar con el apoyo familiar y social, poseer una buena salud mental en general y tener un fuerte deseo de ser madres, de acuerdo a investigaciones realizadas en EU.

Las causas son múltiples, se observan mujeres dedicadas a su desarrollo y con grandes dificultades para entablar una relación de pareja estable. Esto hace evidente una crisis en la pareja. Aparentemente las mujeres jóvenes son mujeres exigentes en su elección de pareja, y los hombres que han encontrado, difícilmente cumplen con la enorme lista de características ideales que debe tener su esposo.

Las exigencias de las mujeres actuales han crecido. Mujeres preparadas, económicamente independientes, súper mujeres… Se enfrentan con un mundo disparejo, en el que el hombre sigue teniendo la idea de un hogar con una mujer que se hace cargo de las cuestiones domésticas y ellos trabajan duro fuera de casa, por lo que merecen ser la cabeza de la familia.

Es un choque entre dos mundos que son aparentemente inconciliables. Mujeres independientes que no están dispuestas a ceder en nada, no tienen necesidad de hacerlo, piensan que ningún hombre puede venir a decirles lo que deben hacer. Hombres con poca capacidad de compromiso y de paternidad responsable, en algunos de los casos estudiados. Resulta difícil lograr parejas cuando son formadas por dos personas que temen ceder, no saben negociar y resulta imposible el acuerdo.

Por otro lado, las mujeres estudiadas han reportado haber tenido relaciones de pareja significativas, duraderas y estables, simplemente piensan que el matrimonio no es para ellas. Inclusive los estudios revelan que las mujeres solteras que buscan una inseminación artificial son principalmente heterosexuales, habiendo vivido relaciones románticas y preocupadas por los problemas que puede atraer la concepción con un hombre sin un matrimonio de por medio (legales, médicos y emocionales).

En diversos estudios realizados con estos grupos de mujeres, se han encontrado temas, conceptos, eventos que rodean a estas mujeres, sus preocupaciones y sus emociones.

En primer lugar, son mujeres con un deseo importante de ser madres, de maternar a otro ser. Sienten una gran presión por sentir que se acaba el tiempo de fertilidad para ellas, tanto a nivel biológico como social, se sienten inhibidas ante los ojos de la sociedad que las señala como mujeres añosas, sin hijos.

La presión ejercida por el imaginado reloj biológico de la mujer, las hace sentirse urgidas a tener hijos antes de que se les “pase el tren” y no puedan ser madres sin correr riesgos importantes.

El modelo ideal de la mujer incluye todavía la experiencia de la maternidad a cualquier precio, una mujer no debería darse el lujo de elegir no ser madre. Es una experiencia que debe vivir, si quiere sentirse completa, siendo éstos algunos de los comentarios populares que la rodean.

Para las mujeres el ser madres solteras tiene una infinidad de significados concientes así como inconscientes. Por un lado es una manera de sentirse completa en su feminidad. El ser madre completa la definición de ser mujer en una forma intachable.

Esto es el reflejo de lo que se supone acerca de la mujer. Una madre es una mujer completa, satisfecha, que además exhibe su sexualidad (para esto debemos recordar el pasado reciente) es una mujer que es fértil, capaz de engendrar y capaz de una vida sexual activa.

Cuando una mujer es madre soltera, suele centrar su vida alrededor de su hijo o hija. De alguna manera le da sentido a su vida, ella vive, trabaja y se esfuerza por esa criatura que depende enteramente de ella. Algunas veces con la esperanza de que algún día ese hijo o hija pueda hacerse cargo de ellas.

Ante la dificultad de establecer una relación de pareja estable, algunas familias de madre soltera e hijo funcionan como esa díada que no logró establecerse, con la ventaja para las madres de tener la autoridad y de enseñar las conductas que desean (de cuidado, protección, afecto, comunicación etc.) a sus hijos/ hijas.

Algo que las mujeres que han sido entrevistadas mencionan es la experiencia del intercambio de amor incondicional que pueden expresar hacia sus hijos como un tema central y recurrente en las investigaciones.

En los estudios realizados, un tema que preocupa a las madres solteras es la participación de los padres en la crianza de los hijos. Aparentemente desean que el padre tenga alguna relación con el menor, sin buscar necesariamente una responsabilidad por la paternidad. En ocasiones temen a las dudas del menor por su padre, piensan que es una situación difícil para sus hijos/ hijas, también se preguntan cómo podrán comprender su situación como hijos de un donador de semen cuando es el caso.

Por otro lado, las mujeres que eligen ser madres solteras, tienen una actitud de “poder hacer” con un sentido empoderamiento frente a las circunstancias que las rodean.

Las mujeres que han optado por esta opción, han atravesado un largo camino de inquietudes, angustias y preparativos. Entre ellos, reflexionan acerca de su situación social, económica, del tiempo que dedicarán a esta experiencia vital, las relaciones de amistad y de pareja presentes y/o futuras. También se preguntan sobre sus habilidades de maternaje, sobre si están listas para ser madres. Todas estas dudas, se acompañan de una preparación física (chequeos médicos), psicológica (búsqueda de foros para compartir la experiencia con otras mujeres en similares condiciones), cognitiva (búsqueda de información), familiar y social.

Existen evidencias de que un embarazo no planeado, resulta en un aumento del estrés con respecto a las habilidades para ser madre, dificultades de adaptación al nuevo rol, mientras que un embarazo planeado (ya sea por relación sexual o por inseminación artificial) muestra un mayor nivel de satisfacción general con el rol de ser madre. De manera que todos los preparativos que lleva a cabo la futura madre soltera por elección mejoran su autoestima y habilidades de maternaje.

Este es un fenómeno que está sucediendo, que tiene repercusiones en la maternidad y por supuesto en la paternidad actual, así como en las generaciones futuras, productos de la decisión de las madres de vivir esta experiencia vital a pesar de las condiciones sociales y emocionales. Es un producto de la historia del feminismo, la posibilidad de trabajar y ser autosuficientes, y las decisiones de fertilidad (anticoncepción).

Merece ser revisado y estudiado con mayor profundidad en nuestro país.

II Congreso Nacional de Salud Sexual
“Bienestar Sexual: Alcanzando el Equilibrio”
Noviembre 3. Diciembre 1,2 y 3 de 2006
La sexualidad de la mujer sin pareja estable
El sentido de decidir ser madre soltera

La reproductividad



Uno de los elementos de la sexualidad es la capacidad que tenemos de producir seres semejantes a nosotros, es decir la reproducción. La reproducción es una experiencia que podemos vivir de muchas maneras y en diferentes niveles.
La forma más evidente y clara de vivir la reproducción es la biológica, esto es por medio de la fecundación, embarazo y parto de seres semejantes a nosotros. Posterior a este proceso meramente biológico, y aún simultáneamente, se generan procesos psicológicos relacionados con la paternidad y maternidad de estos seres. La crianza es una expresión más de la reproductividad.
Ambas actividades pueden suceder simplemente y echarse a andar de manera casi automática como una repetición de patrones aprendidos en los que tanto las madres como los padres por identificación con los propios, ejerce funciones de alimentación, cuidado y educación de los hijos e hijas. En el mejor de los casos, serán expresiones planeadas y ejercidas con consciencia de las decisiones que se toman para sí y para los críos. La decisión de reproducirse se toma en torno a una capacitación para ejercer el rol de una forma que mejore las condiciones de vida de los hijos e hijas.
Otras manifestaciones menos evidentes se relacionan con la posibilidad de generar que otras personas se asemejen a uno. Esto es en la forma de pensar, de actuar de vivir y gozar la vida. De este modo, la mayor parte de nuestras actividades productivas se relacionan con esta posibilidad. Cuando enseñamos algo que sabemos a otra persona, ejercemos la reproductividad, cuando compartimos una comodidad, cuando publicitamos un producto para que otros lo usen, cuando mejoramos las condiciones de vida de otro ser humano o incluso ser viviente estamos siendo reproductivos.
La reproductividad es el reflejo de una proyección narcisista, nos genera orgullo que nuestros hijos/as se parezcan a nosotros, desearíamos que pudieran hacer o lograr lo que hubiéramos querido para nosotros mismos, son nuestros representantes ante la sociedad. Para poder ejercer saludablemente el rol de madre o padre, será necesario reconocer que si bien se nos parecen, son individuos diferentes, con intereses, necesidades y experiencias propias que debemos cuidar y respetar.
Por otro lado, la reproducción es la manifestación de nuestra generosidad. La generosidad es la capacidad de reconocer lo bueno que somos y tenemos y de compartirlo con otras personas, de manera desinteresada. Para enseñar a otros, para educar, para otorgarle una parte de la propia vida, se requiere de una gran generosidad.
Nada extraño que la imagen de la generosidad sea la de una mujer amamantando a un hombres, símbolo de la reproducción y la entrega generosa del alimento.

Para saber más: BIBLIOTECA AMSSAC